Y
ahora, adentrémonos en el juego,
dulce
hogar de música morada:
Una
turpitudinem baja por la calle
sus
ojos son turlupinos
su
mirada izquierda
y
nada le invoca sino la presencia
sus
ventanas están cerradas
y
nadie en el acto la ve
bailar
como lo hace
con
sus tejidos rosas fluorescentes
encandeciendo
la inejecución
pero
ahí mira,
se
oxida la satisfacción del otro
salen
lagrimas de papel
por
el orificio del bolígrafo
nadie
pues su victima lo grita,
si
no es gorda solo él la mira
Y
ahí en el ágora,
se
reúnen los malditos
que,
comidos por los sacrilegios
secan
los polvos de los libros
una
vez más,
en afán al justo ruido
en afán al justo ruido
Una
parte lesionada,
dice
la cabeza al pie
“Esta
mano ha herido a la otra
con
único placer, unas uñas pintadas
de
un rosa fluorescente, ( Los colores se desvanecen en nuestros
lavabos )
que
encadenan flores entre sus dedos”, ( pues solo hay uno quese rece )
El
pie pega al suelo,
( el amaranto lienzo: )
la
mano izquierda tiembla ( esa copita de tinto, sobre un colchón
aguado )
como
siempre tiembla la historia
cuando
el hambre se come un trozo
de nuestro sumo respetado pastel
de nuestro sumo respetado pastel
La
gangrena se llevó al brazo ;
La maldad entera te corrompe
ya
no baja nadie por la calle
no
hay mirada ni colores,
solo
una sonrisa sentenciada
al
regalar una manzana
a
quién solo vive de sespe espera da