lundi 30 mars 2015

Qui pro quo: una mano y su juramento


Y ahora, adentrémonos en el juego,
dulce hogar de música morada:

Una turpitudinem baja por la calle
sus ojos son turlupinos
su mirada izquierda
y nada le invoca sino la presencia

sus ventanas están cerradas
y nadie en el acto la ve
bailar como lo hace
con sus tejidos rosas fluorescentes
encandeciendo la inejecución

pero ahí mira,
se oxida la satisfacción del otro
salen lagrimas de papel
por el orificio del bolígrafo
nadie pues su victima lo grita,
si no es gorda solo él la mira

Y ahí en el ágora,
se reúnen los malditos
que, comidos por los sacrilegios
secan los polvos de los libros
una vez más,
en afán al justo ruido

Una parte lesionada,
dice la cabeza al pie
“Esta mano ha herido a la otra
con único placer, unas uñas pintadas
de un rosa fluorescente,  ( Los colores se desvanecen en nuestros lavabos  )
que encadenan flores entre sus dedos”,  ( pues solo hay uno quese rece )
El pie pega al suelo,                                (      el amaranto lienzo:     )
la mano izquierda tiembla   ( esa copita de tinto, sobre un colchón aguado )
como siempre tiembla la historia
cuando el hambre se come un trozo
de nuestro sumo respetado pastel

La gangrena se llevó al brazo ;
La maldad entera te corrompe

ya no baja nadie por la calle
no hay mirada ni colores,
solo una sonrisa   sentenciada
al regalar una manzana
a quién solo vive de sespe espera da

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