Me gusta escribir con bolígrafo negro,
de un negro sa(n)grado. Me gusta que sean grises al principio y que por las
arrugas y las horas pasadas juntos a dibujar palabras, los dos cambiemos. Negro
como las pupilas, pulmones de un fumante, las viudas, los goticos y no como la
noche, no, la noche es multicolor como un regard. Dicen de él inútilmente que es oscuro y triste,
pero como el Beau Soir, cielo de Bruselas y la seca seriedad de una Ana ante un
duro despertar, todos aguardan belleza, belleza producto sonrisa, belleza
equipara linterna, auditorio encendido por discurso fúnebre, sin posible
derogación admisible. El azul como tinta nunca me ha apasionado, como cielo me
ha transportado y como ojos siempre me ha endoctrinado. El verde de una hoja,
rojo de una rosa, castaño de un mechón y blanco tierno plantado en tiel– ya me
seduces demasiado ¡Agresivo marrón! Las trompetas y el piano se han anticipado
al botón play, la folie à deux en mi caféza mientras cumplo mi dulce pecado, mi
adictiva turpitudinem pues ya sabes lo que dicen los órganos.. “Nemo auditur
cuando el vicio aguanta el negro bolígrafo”. Mañana será un largo día, poca
nube me comerá y ningún aliterapeutico me dará atranches de astroponcondrosís,
bueno sí, el fulgor de las jurisputas y las zorrileyes. “Nullem crimen sine
poena” y me desvío y me desvanezco, me equivoco y me tuerzo un cuerdo y la a non,
la c.
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