lundi 1 décembre 2014

XLXVII


Dulce, dulce…
¡Ô mi capitán! ya era hora que las ratonas se indignen contra el queso, mal(a)vado quise -¿quise?-, que siempre iba acompañado de una guillotina de monarcas, una trampa asesina, solo los menos queridos por la muerte salieron comidos de la traición quesuda, audasosos. Oh mi conserje, que tiempos que corren, no hay palabra que valga más que otra, toda desnudada, toda vendida y desusada por un exceso de palabrería de dandis, niños caprichosos y mujeres abandonadas. Ni las metáforas nos quedan para hacer un truco de carta, ya de espejos hasta en la uña, no será de aludir ato do y ana da que parece que la vida tiene ojos por todas par te. Cual será la botella, ho corazón mío, de la cual agarrarme, cual ho, que me será mi verdad hasta que vidrio no quede en el liquido ¡quién raspará de poco a poco mis venas hasta sentirme joven o traves! Serás tú ho innombrable silencio, que por tu esencia sangran un poco más las lagrimas del poeta en su más consagrada tontería, de creer en el verso más que en el beso. Dulce, dulce secuencia armoniosa,
la de decir todo por solo teatralizar, aunque siempre la pregunta de saber,
otro dulce placer
¿Cuál vidrio y cuál liquido?

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