Dulce, dulce…
¡Ô mi capitán! ya era hora
que las ratonas se indignen contra el queso, mal(a)vado quise -¿quise?-, que siempre iba
acompañado de una guillotina de monarcas, una trampa asesina, solo los menos
queridos por la muerte salieron comidos de la traición quesuda, audasosos. Oh
mi conserje, que tiempos que corren, no hay palabra que valga más que otra,
toda desnudada, toda vendida y desusada por un exceso de palabrería de dandis,
niños caprichosos y mujeres abandonadas. Ni las metáforas nos quedan para hacer
un truco de carta, ya de espejos hasta en la uña, no será de aludir ato do y ana
da que parece que la vida tiene ojos por todas par te. Cual será la botella, ho
corazón mío, de la cual agarrarme, cual ho, que me será mi verdad hasta que
vidrio no quede en el liquido ¡quién raspará de poco a poco mis venas hasta
sentirme joven o traves! Serás tú ho innombrable silencio, que por tu esencia
sangran un poco más las lagrimas del poeta en su más consagrada tontería, de
creer en el verso más que en el beso. Dulce, dulce secuencia armoniosa,
la de decir todo por solo
teatralizar, aunque siempre la pregunta de saber,
otro dulce placer
¿Cuál vidrio y cuál liquido?
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